Los ríos del Valle de Benasque

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Sabido es que en la anterior andadura del blog de Meteobenás hablamos de nuestro río Ésera y de los desmanes perpetrados tras la riada del verano de 2013. Hoy sin embargo, sin olvidar todo eso que algún día recuperaremos aquí para que no se pierda la memoria, sólo hablaremos someramentede cómo son nuestros ríos.

El río principal del Valle de Benasque es el Ésera. Nace en un punto indeterminado a los pies de del glaciar de la Maladeta, a más de 2.500msnm, aunque en otros mapas se ubica su nacimiento en los ibones de Billamorta, por aquello del discurrir continuo del agua que no tenemos desde la primera ubicación. Desde allí toma la típica dirección E-W de algunas cabeceras del Pirineo como el Arazas, la Canal Roya o el Aragón-Subordán, para ir girando hacia el Sur, dirección que será dominante en todo su trazado hasta desembocar en el Cinca aguas abajo del embalse de Barasona.

En su recorrido recoge numerosos tributarios por ambas márgenes, algunos llegándose a llamar ríos, como el de Estós, y otros sólo barrancos, como los de Remuñe, Lliterola, o “Aigüetes” como la de Grist o la de Barbaruens, por la margen derecha, y los  barrancos de Cregüeña, Vallibierna, Remáscaro o Urmella, entre otros, por la margen izquierda.

Muchos de estos, todos desde Eriste hacia el Norte fundamentalmente, drenan valles glaciares colgados. Valles que en las glaciaciones eran modelados por lenguas de hielo procedentes de las zonas altas, de sus circos, que confluían en el valle principal donde los grosores del hielo superaban los 1000m al norte del Valle y rondaban los 600m en la zona de Benasque.

En esos circos, donde la erosión era más acusada, nos quedan hoy los ibones, los lagos de origen glaciar que, especialmente sobre litologías graníticas, aparecen por decenas en nuestro Valle. Cregüeña, el más grande del Pirineo, Batisielles, Montidiego, Alba, Paderna, La Alforcha, Barbarisa, etc. etc. etc.

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Estos ríos, barrancos y Aigüetas suelen responder a un patrón bastante común en su morfología, con una zona de nacimiento a los pies de los picos que cierran el circo, con  pendientes muy elevadas, generando muchos saltos y cascadas de mayor o menor entidad, para luego, en la zona del valle glaciar propiamente dicho, en ese típico fondo plano, reposarse, perder pendiente generar algunos remansos, incluso ganar anchura. Finalmente, cerca de su desembocadura, se descuelgan hacia el valle principal, superando esa zona final en la que el valle tributario queda colgado sobre el principal como fruto de su pasado glaciar, incluso encajándose en algunas ocasiones donde las calizas hacen acto de presencia, como ocurre en la parte final del Valle de Estós.

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Se trata, por lo general, salvando los que desembocan en la zona más baja del Valle, de ríos en muy buen estado de conservación, con escasos impactos, ni sobre su morfología ni sobre sus caudales. Estos suelen presentar máximos de caudal ligados al deshielo, a final de primavera y principio del verano, con un máximo secundario en otoño, temporada de lluvias, quedando con estiajes puramente veraniegos y con mínimos de invierno por las bajas temperaturas.

El río Ésera, suma a las características mencionadas, otras adicionales. Al igual que sus afluentes nace a gran altitud y sus primeros kilómetros son una alocada carrera con gran desnivel, saltos, pequeñas cascadas y escasos descansos. Pero, aún a casi 2000m llega al Pllan d`Están, y ahí se inicia un continuo juego de acelerar y frenar en su discurrir por el Valle de Benasque. Ese juego viene dado por la presencia de numerosas cubetas de sobre-excavación glaciar, separadas por umbrales donde la litología era más resistente a la erosión del hielo. Algunas de estas cubetas, hoy llamado “pllans” –de Aigüaluts, d`Están, del Hospital, dels Bañs…- donde hoy el río traza infinitas curvas describiendo un trazado anastomosado, fueron en su día ibones, si bien el aporte de sedimentos del río y las laderas ha terminado por colmatarlas, dejando como testimonio pequeñas balsas y zonas de “turberes” y “mollás”, zonas semiencharcadas.

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El propio Benasque se ubica en una de esas cubetas, quedando jalonado por la zona más resistente del “castiello” al Norte.

Encontramos el río Ésera con escasos impactos en buena parte de su recorrido, localmente encauzado en la zona del Hospital, y también en Senarta, en ambos casos tras la riada mencionada, nos recuerda que pese a estar en un espacio natural protegido las normas no impiden que se cometan actuaciones con poco sentido. Entre estos llanos el río vuelva a discurrir casi a sus anchas, encerrándose y generando pequeños cañones y saltos más notables, como la cascada de San Farré.

Aguas abajo del pantano de Paso Nuevo el Ésera se domestica. Esa regulación forma parte del sistema de explotación hidroeléctrica del alto Ésera, deriva caudales a Estós, de allí a Eriste, de Eriste a Sesué, de Sesué a Seira y de Seira a Campo, en un sistema que en no pocas ocasiones conduce más agua por el interior de las montañas que por el cauce del río, que posee un régimen de caudales totalmente alterado y que, salvo momentos de crecida, no permite diferenciar un patrón natural mínimamente inalterado.

En Benasque el Ésera está prisionero de sus defensas de margen de las que sólo se libra, recordándonos quién somos, muy de vez en cuando. En la actualidad la visita del río desde el cruce de Cerler hasta Linsoles es plenamente prescindible, a no ser que se haga para ver lo que no hay que hacer.

Aguas abajo de Linsoles el Ésera vuelve a encajarse al atravesar calizas cada vez más jóvenes, dejando bonitos cortados en el Santuario de Guayente, hasta que sale a los llanos de Villanova, donde traza algunos meandros, o amplias curvas más bien, al divagar como fruto de la pérdida de pendiente. Sin embargo, no alcanza a generar un cauce trenzado, con varios cauces entre sus propios sedimentos y barras, ya que el cierre abrupto del Valle en las calizas mesozoicas de Ventamillo, hace que se encaje de forma apresurada labrando un cañón de varios kilómetros de longitud hasta la localidad de Campo.

Visita:

El Forau de Aigüalluts. Aún no se encuentra en el río Ésera, bien podría ser su zona de nacimiento si la dolina que actualmente es el Forau no existiese y filtrase las aguas del glaciar del Aneto hacia en Valle de Arán como principal aportación de caudal en el nacimiento del río Garona.

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La excursión, ya sea desde la Besurta en primavera y otoño, o desde el Hospital en época de verano, no va más allá de un paseo que nos coloca a los pies del Aneto en un paisaje idílico de montaña.

La cascada de Aigüespases. A menos de 2 minutos de la carretera que nos conduce al fondo del Valle, por un pequeño sendero, acedemos a un bonito salto de agua que enlaza las surgencias de Aigüespases -provenientes del valle de Remuñe-, con el río Ésera. Merece la pena acercarse, eso sí, dejando el coche bien aparcado.

Gorgues de Alba. Desde el Pllan dels Bañs, o de Turpí, en unos minutos llegamos a una serie de cascadas y pozas –gorgues- donde el Ésera salva encajando un importante desnivel. La vegetación, el sonido del agua y su frescor, nos aconseja acudir en los días más calurosos del verano. Además, en esa misma ruta enlazamos con un sendero circular que recorre uno de los pocos hayedos que tenemos en nuestro Valle, el de la Cuenca Moral.

Las cascadas del Boom de Ardonés. En la unión entre los barrancos del Ubago, de Ardonés del Clotet y la Mascarada, se concentran varios saltos y cascadas fácilmente visitables desde la carretera de acceso al Ampriu. En unos 10/15 minutos llegaremos a una zona tranquila y bonita donde disfrutar de estos saltos de agua.

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Congosto de Ventamillo. El cañón más importante del Valle bien merece una visita. Coordinaros con dos coches y recorred el sendero que, a vista de pájaro, recorre el congosto entre El Run y Abi/Seira. Sin grandes desniveles y con un poco de cuidado, podréis disfrutar de unas vistas excepcionales de este cierre natural del Valle de Benasque.

Saludos.

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